Últimamente la gente me mira de forma extraña. El otro día
iba por la calle y los transeúntes se paraban a observarme, los muy descarados,
apostados detrás de las farolas, escondidos, o en los bancos mirando de reojo.
Cuando los descubría y les mostraba mi desprecio y reprobación por cretinos,
sencillamente se hacían los suecos, silbando, como si estuviesen muy ocupados
redactando listas mentales de la compra o
pensando en sus tareas y quehaceres cotidianos.
Pero a mí no me la dan.
Ayer mismo cuando bajé al portal, una señora muy amable del
tercero, que siempre perfuma los pasillos con el aroma de sus tortitas, en vez
de aguantarme la puerta como acostumbraba a hacer, me la cerró en las
mismísimas narices. Y allí me quedé pensando en el pecado que habré cometido
mientras buscaba en el buzón, donde acabé encontrando un folleto publicitario
que recomendaba el suicidio como solución a todo problema.
¡Basta ya de amarguras, incomprensiones
y malestares! Únete al... ¡Suicidio colectivo!
Y casi acabé por participar en la iniciativa.
Esta mañana ya estaba más calmado, y me divertía contando
baldosas en la acera hasta que llegué a un semáforo en rojo y tenía que cruzar.
A mi lado se posicionó un caniche, y cuando me quise dar cuenta, había
basculado con odio todo el contenido de su vejiga sobre mi pierna. Levanté la
vista y allí estaba un joven, que sostenía la correa con ambas manos y parecía
muy concentrado en que el verde del semáforo le diera el pistoletazo de salida
para huir. Intenté hablarle, pero no me salió palabra alguna. Daba igual,
porque no me iba a escuchar, pero me dio rabia la sonrisa que parecía esbozar
el perro, sin saber si era por el placer de la descarga, o por la valerosa
ofensa que acababa de perpetuar.
Cuando entraba en el edificio, me encontré al portero
abrillantando el suelo. Iba muy elegante, como siempre. Recordé que era persona
muy educada y simpática y lo saludé. Pero me hizo la flor; ni siquiera se giró.
Y después, cuando ya encaraba las escaleras, lo vi reflejado en el espejo,
mirándome con desprecio como una verdadera arpía. Subí tan perturbado que
tropecé varias veces con los escalones y me caí, pero nadie me vio y me da
igual; aquí estoy disgustado y sin hallar explicaciones.
Así que lo he pensado mucho y creo que debo volver a ponerme
ropa parar salir de casa, y aguantar este calor irreal de octubre con
estoicismo. Es injusto, pero quizá eso sirva para camuflarme un poco y desviar
algunas miradas.
Aun así me da rabia:
Luego van de naturalistas.
6 comentarios:
Pues tienes razón, la gente va de naturalista y tolerante, pero en cuanto ven a alguien diferente demuestran no serlo... Es lo que tiene nuestra sociedad, dos caras al precio de una -.-
Me encantó no saber qué sucedía hasta el final del relato, yo estaba fantaseando pensando qué podría haber hecho este chico para merecer esas miradas.
Un abrazo!
Carlos
PD: Creo que hasta ahora no te he dicho que tus textos son geniales ;)
hsa conseguido mantenerme en vilo hasta el final!
¿sabes? creo que deberías contarnos una historía de miedo, seguro que se te da bien(también).
un besito Fidel::)
Jajaja ¿Se nota que mi último texto es un poco menos deprimente de lo normal? xD Anda, deja de decirme cosas así o acabaréis por conseguir que me lo crea, y subirme el ego no viene bien a nadie xD
Y tiene razón Carla, seguro que se te daría bien escribir una historia de miedo ^^ A ver si te animas.
Un abrazo!
Carlos
Vaya, es genial el desenlace. No sabía que le pasaba, pues claro como no le iban a mirar mal, si iba a en bolas! La gente es hipócrita, seguro que luego en su casa les da igual ver al tipico famosillo/a enseñando carnes o alguna peliculilla subida de tono...ahora de puertas para fuera son los más éticos todos...Vergüenza dan ellos, no ver a alguien al natural!
Un beso Fidel, al final me he animado a escribir algún que otro relato, ya me contarás ;)
read u soon
El desenlace me ha hecho reir, no lo esperaba en absoluto. De todas formas, es intolerable como todavía hoy la gente mira como extraños a los que no siguen sus cánones, al final es siempre lo mismo... "o haces lo que se te impone o eres un bicho raro" ¬¬
En fin, tengo la neurona desconectada para comentarte en condiciones...
Sólo decir, que creo haberlo olvidado, que me ha encantado el texto por una parte; y, por otra, que siempre admiraré tu forma de escribir.
Besos!
Muy bueno!
Nos sorprendes con ese final inesperado, mientras miramos a otro lado disfrtando de tu forma fluida de escribir.
Sorprende tu nivel, y luego lees la edad que tienes... Pienso que tienes un porvenir literario muy prometedor.
Un abrazo
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