domingo, 5 de abril de 2009

Melancolía improcedente

Nadie sabe en qué noche de octubre solitario, de fatigados duendes que ya no ocurren, puede inmolarse la perdida infancia junto a recuerdos que aún se están haciendo. Nadie sabe cuando se romperá en nuestra mente la vasija que ha de despertarnos para salir de esa temible inercia huracanada. Nadie sabe cuando nos encontraremos frente a frente con la puerta que siempre hemos querido evitar; cuando los vaticinios serán tan indudablemente reales como para vernos rendidos a una molesta evidencia.
Nadie sabe cuando dejaremos de ser “yo” para ser “nosotros”. Cuando de verdad podremos estar seguros de la mentira obscena en la que habíamos vivido, siendo más mentira, y más obsceno, el presente fugitivo.
Nadie sabe lo duro que ha de ser el golpe para no volver a tropezar; lo tamañas que han de ser nuestras limitaciones para otorgarnos el placer del reconocimiento inútil, lo absurdas que han de ser, en todo caso, nuestras exageraciones, para encontrar el sinuoso camino a la realidad.
Nadie sabe con cuantos Narcisos habremos de topar, cuantas mentes perversas se van a reír de nuestra tierna ignorancia. Nadie sabe cuando las putas dejarán de soñar con ser vírgenes y coser calcetines; cuando los curas inventarán el mandamiento que les impida el aprovechamiento de nuestras débiles conciencias.
Tampoco sabe nadie cuando nos quedaremos inmóviles, al borde del camino. Cuando congelaremos el júbilo y querremos con desgana; cuando intentaremos salvarnos llenándonos de calma, reservando del mundo un rincón tranquilo donde dejar caer los párpados, pesados como juicios.
Nos quedaremos sin labios, nos dormiremos sin sueño, pensaremos sin sangre y nos juzgaremos sin tiempo, perdidos en la nostalgia de una vida pequeña y sencilla. Pero nadie sabe si será en esta vida o será en otra; si será ahora o será nunca, cuando dejemos de ser tan niños como, al menos, éramos hasta ayer.

6 comentarios:

Sandra dijo...

Excepcional, me ha traído muchos recuerdos de un octubre ya lejano en el que la infancia se apartó de mi camino dejando en su lugar un profundo vacío.

Muchos besos!

Amapola... dijo...

Que hermoso...! Bello y con un dejo de melancolía... Una mezcla singular que deja un gusto a flores marchitas...
Nadie sabe... Pero yo sé algo... Sé que me encanta leerte...
Beshos!

Anónimo dijo...

agradable fragmento. cuidaos^^

Ángelicaladas dijo...

Me gustó, sobretodo, el último párrafo... deja un regusto triste pero a la vez esperanzador.

Fernando García-Lima dijo...

"Pensaremos sin sangre"!

A veces te salen frases espectaculares!

Rebeca Gonzalo dijo...

Me ha gutado por el énfasis que desprenden tus palabras. Me quedo sobre todo con el párrafo final.