miércoles, 1 de agosto de 2018

Fluctuaciones

Hay mujeres que arrastran maletas cargadas de lluvia
Hay mujeres que nunca reciben postales de amor
Hay mujeres que sueñan con trenes llenos de soldados
Hay mujeres que dicen que sí cuando dicen que no

Joaquín Sabina

Me dijiste que eras somera y fluctuante, pero no te creí. No es que fuera falta de vocabulario, es que me parecía algo tan impersonal que no podía aceptarlo. Estaba demasiado ocupado amueblando el salón con armarios de caoba y alfombras indias, como para ponerme a pensar en metáforas.

Al día siguiente acababa de comprar una mesa de anticuario, y estaba envuelto entre limas y lijas, cuando sentí que comenzabas a llorar en la habitación. Cuando llegué, se había desatado un torrente incontenible de sal y desidia; estabas sentada en la cama y llorabas, llorabas como si no hubieras nacido más que para eso. Lloraste durante varias semanas, y el agua se colaba bajo las puertas y anegaba los pasillos. Las alfombras quedaban sumergidas como tesoros piratas, los muebles absorbían el agua y se pudrían con la sal, tu gato persa decidió emigrar porque no sabía nadar y tenía el pelo demasiado sedoso para soportar aquella humedad inmunda.

En ocasiones intenté frenar tus lamentos. Me sentaba junto a ti mientras creías mover los pies, que estaban enraizados junto a la cama. Te besaba la frente y con mis manos trataba de taparte los ojos, pero el agua surgía entre mis dedos, y continuaba goteando incansable.

Armado con calderos y cubetas busqué salvar mis muebles, pero comenzaron a formarse olas que llevaban objetos de unas habitaciones a otras y tuve que dejarlo por imposible.

Una noche encontré flotando tu viejo álbum de fotos, y no era ya más que un borrón de tinta. Pero mientras lo hojeaba, dejaste de llorar. Lo supe porque fue como si alguien hubiera cerrado un grifo. Esas cosas se sienten. Remé acercando la canoa a tu habitación y entonces comprendí que no me habías mentido. Comenzabas a evaporarte lentamente, formando una niebla espesa, casi opaca. Tus ojos ya no eran ojos, y comprendí que ya no estabas, que te había perdido.

Sólo entonces, cuando te perdí a ti, dejaron de importarme las maderas arcaicas, los muebles de iroko, las mesillas de cristal y aquellas eternas restauraciones que no tenían sentido. Ni siquiera me dolía haber perdido mi vieja colección de vinilos, porque te había perdido a ti.

Esa noche, cuando fui consciente de todo aquello, comencé a llorar.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelentes letras.

Carla dijo...

esas cosas se sienten...

¿qué tendrá el agua (que inspira tanto)?

Shadow dijo...

El pasarse la vida pensando en algo al final nos pasa factura, y nos damos cuenta de que hemos perdido nuestra vida en idioteces y que lo que realmente inporta tendemos a perderlo aunque no queramos.
Un beso
Carlos

Anónimo dijo...

Ey, tío... genial el relato, y genial el trocito de canción del maestro Sabina. ¿Has escuchado el nuevo CD? ¡Impresionante!

Gracias por tu visita.

Un abrazo.

KUBAN dijo...

Me gustó todo. La entrada con un fragmento de Sabina tiene un toque magistral. Gracias. Un abrazo.

Felisa Moreno dijo...

¿De verdad tienes 17 años? No puedo creérmelo, las palabras de tus perfil son más "viejas", como si vinieran de vuelta de algo. El relato no lo he podido leer, la letra es pequeña, el fondo negro, ¿podrías hacer algo por mejorarlo? No es bueno que se pierda la calidad de tus palabras por el estilismo del blog.
Gracias por tu visita.
Saludos

Ardilla Roja dijo...

Hola Fidel

Acabo de leer un comentario tuyo en el blog de Felisa Moreno y he llegado hasta aquí.

Coincido con ella en cuanto a tu edad. Me parece imposible. Resulta extraño que con diecisiete años se escriba como lo haces.
Tu relato me ha impresionado.

Te felicito.

tag dijo...

A mi tambien me ha impresionado, Fidel.
!!Que bien escribes!!
Tienes una sensibilidad especial para relatar cosas que supongo nacen en tu imaginación ¿no?
Porque con 17 años no se tiene todavia experiencia y madurez de la vida para que te hayan ocurrido realmente ¿o si?
Lo digo tambien por el ultimo relato que has publicado, el del tren.
Me gusta tu forma de expresarte.
Te volveré a visitar ¿vale?

Anónimo dijo...

Me parece un magnifico relato, y no esta mal el toque de la cancion de Sabina, pero lo mejor de todo es esa experiencia que impregna cada palabra que escribes.
Y a los que os sorprendais por que alguien tan joven escriba de ese modo creedme, este hombre no piensa como la humanidad comun, es diferente

CAROL LEDOUX dijo...

Te aseguro que es lo más bonito que he leído en mucho tiempo.

Precioso cuento.

Anónimo dijo...

"Estabas sentada en la cama y llorabas, llorabas como si no hubieras nacido más que para eso. Lloraste durante varias semanas, y el agua se colaba bajo las puertas y anegaba los pasillos."
Mucho realismo mágico goteando incansable por aquí.
Y con trocito de poesía
:)